Más allá de las puertas del Centro Esperanza en Costa Rica hay un ambiente de violencia y peligro. Esto se debe principalmente a la prevalencia de la adicción a las drogas. La adicción a las drogas ha llevado a la formación de numerosas pandillas que marcan territorios e infligen violencia, a menudo a los familiares de pandilleros rivales. Entienden que la mejor manera de lastimarse unos a otros es lastimar a la familia de la persona atacada. En una historia reciente de este tipo de violencia, aprendimos cómo una niña veía el Centro de Esperanza dentro de su mundo de 6 años.
Era un día escolar normal y Michelle, de 6 años, asistía a sus clases. Su madre debía recogerla en unas pocas horas, pero de repente recibió una notificación de su maestra de que la escuela estaba siendo evacuada. La administración de la escuela había recibido noticias de que dos de los niños dentro de la escuela eran objetivos de una pandilla prominente en el área y la pandilla tenía planes de entrar a la escuela para matar a los niños. La administración decidió que el mejor curso de acción era evacuar la escuela para evitar que otros niños resultaran heridos porque no tenían una forma efectiva de evitar que esta pandilla ingresara a la escuela. Se notificó a los padres que tenían 15 minutos para venir a recoger a sus hijos. Desafortunadamente para Michelle, su madre trabajaba más de una hora como señora de la limpieza y no tenía forma de recogerla en el tiempo suficiente. Su madre tampoco tenía forma de comunicarse con Michelle porque todavía era demasiado joven para tener un teléfono celular. La confusión y el miedo del personal, los padres y otros niños se estaban haciendo cargo.
Cuando la evacuación tuvo efecto, el caos estaba en todas partes mientras los padres luchaban por encontrar a sus hijos y llevarlos a un lugar seguro. Michelle se encontró en la calle y sin saber cómo llegar a casa. Sus compañeros de clase le dijeron que necesitaba encontrar un lugar seguro para ir y aunque no entendemos por qué otro padre no ayudaría a Michelle, sí sabemos que en esos minutos ella decidió caminar 800 metros sola hasta el Centro Esperanza. Cuando llegó, entró al centro y fue directamente a nuestro personal y les dijo que necesitaba llamar a su mamá. Durante ese tiempo, tuvimos varias mamás y niños que venían al centro por la misma razón: buscaban un lugar seguro. Una vez que nos dimos cuenta de que Michelle había llegado sin su mamá, le pedimos que nos contara qué pasó y esta niña de 6 años con miedo pero también con una sensación de certeza nos dijo que sabía que estaría segura en el Centro Esperanza y su mamá no se preocuparía por ella si supiera que está aquí.
Esta historia nos recuerda que aunque la violencia, el abuso, la oscuridad, el hambre y la pobreza están afuera del Centro Esperanza, adentro es muy diferente. Todos y cada uno de los días, seguimos trabajando arduamente para crear un lugar de Verdadera Esperanza para esta comunidad necesitada, un lugar que muestre amor y traiga esperanza a su desesperación. A través de esta historia, nos alienta que Michelle y muchos otros niños y mujeres crean que esto es lo que el centro es para ellos. Que Dios nos permita continuar llevando esperanza, amor, fe y belleza a sus vidas.